Ansiedad, no me dejas. Y me dejas, precisamente, no dejar de vivir intensamente, con esta intensidad, un maratón de sentimientos que a veces se contradicen.
Por la mañana, ando amando desde el coche, en el camino al trabajo, junto a la máquina del café, en los pasillos. A mediodía, las luces que entran en la oficina me empujan a comprobar cien mil veces cuán victoriosa sales conmigo, perra. Me ganas.
Ansiedad, de tenerle y no. De los doscientos millones de obstáculos del camino, para enaltecer el valor de la vida, para ponerme a prueba, o para burlarse socarrona.
Le tengo y no. Estamos a su merced, a merced de las situaciones, de la casualidad, de cualquier cosa excepto la seguridad. Porque trabajamos manipulando especulaciones. Y nuestro negocio no es más que, o sobretodo, amor. Una empresa rica, pero de logística imposible.
Por la tarde, amo hasta que oscurece. Para entonces ya he reclamado que me llame, que entienda, que repita dos, cien, mil, que siente lo mismo. Y mientras, a ella, de reojo, la siento, respirando en mi cogote, con ese aire inmundo de zozobra, para desequilibrarme y ponerme la mosca, reírse, frenética, de lo inestable de la distancia. Y... buah, ya estoy de nuevo preguntándome si él me ama a mí, o el modo en que somos dos, la vida que le espera, la tranquilidad que le infundo... ¿Me ama a mí, o a lo que es cuando está conmigo? ¿Me ama a mí o ama poder amar por fin?
Ansiedad y no. La tranquilidad que me dan sus besos, nunca podrán dármelas sus palabras. Las promesas nunca se igualarán a sus gestos.
Ansiedad, maldita seas. No sé si en realidad eres tú o es que tengo celos y envidia hasta del viento, de todo lo que le toca y le habla, de todo lo de antes, de todo lo de siempre, de todo lo que rebusco. Porque tengo miedo como nunca. Hasta que venga. Que venga. Porque si no, acabaremos esa puta ansiedad y yo haciéndonos amigas, riéndonos de esta miseria. Ella de mí y yo de ella.
Es de noche y sigo amando. He ido a verle o ha venido. En sus brazos, ni sombra de celos, ni ansias, ni nada. Pero serán de nuevo cinco días, planeando futuros juntos que aún no llegan. Y sola en la habitación habré de decirme, por ser fuerte, que lo que nos une será siempre mucho más de lo que nos separa.