27 marzo 2006

LA CASA



(Para darle la vuelta a una casa, para convertirla en algo más que un techo, es preciso, primero, tenerla. Y eso, en estos días, es tarea casi imposible para los jóvenes.)


Cuando Diana entra por primera vez a la que será su casa, se remanga y escruta cada uno de sus rincones con ilusión. Es cierto, la mayoría de ellos sólo alojan polvo. Pero es su casa.
La casa es vetusta y vieja. Sus techos amenazan con desplomarse de un soplo. Las puertas se caen. Pero es su casa.
Sólo tiene una habitación, con una forma geométrica extraña, que no es cuadrada ni rectangular, con esquinas equívocas y una ventana muy pequeña. Pero es su casa.
Lo mejor de todo es el punto más alto, esa especie de buhardilla con ventana superior tras la que verlo todo, todo, absolutamente todo lo que existe fuera y en sus sueños, que siempre superan lo real, porque para eso son los sueños...
Diana siente miedo cuando, tras ella, la puerta principal se cierra de repente y la acompaña un estruendoso "clonc". Parece un presagio, mal agüero.
La cocina, bueno, tiene pinta de cocina. Está tan sucia que las paredes tienen un gris polvoriento que parece haberse acumulado durante años ante la pasividad de sus habitantes. De hecho, toda la casa en sí se encuentra en un estado de dejadez bárbaro, que la afea y la convierte en vieja, más vieja de lo que ya es. Pero es su casa.
Para entrar a vivir en ella, se ha dejado los ahorros de su vida laboral y además, su madre le ha adelantado parte de la herencia. Pero ahora, ya es su casa.
Gastará lo que no tiene en reformarla y hacerla habitable. Pero es su casa.
No podrá entrar a vivir, calculando así, a bote pronto, hasta que no pasen unos dos años. Pero un papel dice que ya es su casa.
Quiere convertirla en el hogar de su familia, aunque no tiene familia. Pero es su casa.
Esta casa ya empieza a hablar de su nueva inquilina. Pero lo hace en término de facturas y dineros. Diana siente una losa sobre sí misma desde que le dieron las llaves. Pero ya puede decir que es propietaria de algo.
Anulará el viaje que tenía previsto hacer a Londres para aprender inglés con su mejor amiga. Pero ya tiene casa!
Aparcará su último año de carrera hasta que vaya más holgada económicamente y seguirá yendo en metro a trabajar a sus dos empleos: al que ya tenía, en una biblioteca y al bar de su prima, que le ha dado curro en fin de semana para poder ahorrar más para su casa.
Qué bien, poder dedicar todos los próximos fines de semana a arreglar la casa! Se remangará y pedirá ayuda a los amigos para que el presupuesto no suba demasiado.
Se acabaron los caprichos. Nada de vacaciones. Ahora tiene casa! Puede ver documentales de viajes en la tele en blanco y negro que le regaló papá a mamá hace treinta años.
Faltarían un par de armarios en los que colocar sus libros. En esta casa no hay despacho. Pero... puede decir que es suya.
El paisaje no es demasiado bello y todo queda a "tomar por culo". Pero, jolín, todos tenemos derecho a tener una ilusión...
Su móvil no tiene cobertura en este barrio. ¡Pero hay cabinas!
46 kilómetros le separan de la casa de su madre. Mejor, así aprenderá definitivamente a ser independiente y ella no se entrometerá tanto en sus cosas.
Cambiará el Caprabo por el Lidl, las compresas de marca por las árabes ésas que no tienen alas. El chocolate por el sucedáneo de Andorra y la mantequilla por margarina.
¡Qué más da! Ahora tiene donde caerse muerta.

3 comentarios:

amelche dijo...

Me recuerda a unas postales que vendían en Irlanda con una casa parecida a la de la foto, pero más derruida, que decía: "One more payment and it´s mine". (Un pago más y es mía.) Buena suerte con la casa...

if dijo...

Yo me rebelo cada vez que me dicen que me compre un piso.
Vivo de alquiler y quiero seguir haciéndolo.
Me dicen que con lo que pago, si fuera una hipoteca, sería mi casa.
Pero no sería mía. Sería del banco y después de mis herederos.

Mi piso es mi casa. Aunque no sea de mi propiedad.
Mi casa, mi hogar, está donde estoy yo.

Reaño dijo...

mi casa está a dos pasos de donde nace mi sombra...