Cada vez tengo más la sensación de que todo aquello que nos callamos nos hace aprender. Siempre he sido más partidaria de escuchar que de hablar. Abrir bien las orejas. La formación periodística me ha pasado factura. Pero aún se me olvida llevar un bolígrafo en el bolso para poder apuntar la cantidad de despropósitos que la vida regala cada día.
Que los silencios hablan por nosotros, eso lo sabemos. Que callada puedo decir más que hablando, está claro. El lenguaje corporal, todas esas situaciones que me provocan un interrogante.
Como estamos aquí pasando, en mitad de un tránsito acelerado… yo me paro boca arriba en el sofá. Y que me dejen en paz. Que todo es demasiado difícil ya para comerme la olla con paridas.
Una ostia, y crezco de la ostia. Las ostias me han hecho madurar a empellones.
Que los silencios hablan por nosotros, eso lo sabemos. Que callada puedo decir más que hablando, está claro. El lenguaje corporal, todas esas situaciones que me provocan un interrogante.
Como estamos aquí pasando, en mitad de un tránsito acelerado… yo me paro boca arriba en el sofá. Y que me dejen en paz. Que todo es demasiado difícil ya para comerme la olla con paridas.
Una ostia, y crezco de la ostia. Las ostias me han hecho madurar a empellones.
4 comentarios:
Pero hay veces, Pam, en que no hay que callarse, para nada. Que tu voz suene alta y clara, que se sepa lo que, por ejemplo, acabas de escribir. Besos.
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Sí Pam, hay veces, muchas, en las que hay decir las cosas bien altas y bien claritas.
Un beso, Miriam G.
Nada como la cruda realidad para despertarte de golpe y ponerte las pilas. Pero cuídate.
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