02 mayo 2007

Rituales


El gato negro se pasea por alrededor. No deja de observarme mientras le pongo la pitón a la moto. Está paseándose continuamente, haciéndose el longui como si no supiera que en cuanto me largue colocará su culo en el asiento blandito de piel negra de la moto.
Hay silencio en la calle. Parece como si de repente, esto fuera el Londres de 28 días después, excepto por el gato negro de ojos brillantes. Es curioso lo poco que me gustan los gatos y lo mucho que adoro a los perros. Es como si estuvieran en el otro bando, en el de los malos.
Esta noche no huele a pollo. Son las tres de la mañana y descansan los currelas.
Subo las escaleras de dos en dos. No me gusta a sensación, sólo quiero llegar a casa. Abro y siento el olor de mi casa. Una mezcla. No sabría cómo definirla. Lanzo el bolso encima de la cama y me quedo quieta. Quiero oírlo. Oír nada.
Me asomo por el balcón y ahí está el cabroncete del gato, aplastao en mi moto.
Enciendo la tele mientras me desnudo. Una buena ducha, si aguanto sin dormirme, me dejará lista para sobarla sin relojes ni horarios. Son algunos de los mejores momentos. Tengo la tentación de poner música pero ahora no son horas. Al igual baja la loca del piso de arriba y aporrea la puerta. Podría ser pavoroso verla en camisón, escupiendo burradas con razón. Me tendría que callar ante ella. Sería una pesadilla. No podría dormir.
El nuevo teléfono de la ducha es genial. El agua sale con diferentes potencias según mueves la rueda. Me resbala el agua y me quedo atónita. Abro los dedos de los pies de gusto. En TVE1 hablan del engendro de la infanta. Nada más ha sucedido en el mundo. Así vamos. Clic y se acabó.
El jabón es de té rojo. Rasco bien con la esponja como si no me hubiera lavado en años. Algo más que el sudor se va con el agua. Cojo la toalla blanca y me envuelvo como una croqueta. Salgo con los pies descalzos y piso la moqueta. Prefiero secarme en el comedor. El pijama.
Saco de la nevera algunas fresas. Mi madre siempre las corta en pequeños trozos. A mí me gusta más comerlas enteras. Las coloco en un bol blanco. No les quito ni las hojitas verdes. Y mientras chorrea el agua me las llevo a la boca, sentada en el sofá, con el pelo goteando. Siento las semillas crujir entre mis dientes y una descarga de sabor dulce y ácido paseándose por mi boca.
Casi no puedo mantener los ojos abiertos. El relax de la ducha ha dejado mis músculos desentumecidos.
Enciendo la luz roja de la mesita de noche. Parece un puticlub. Lo pienso cada vez que le doy al interruptor. Noto las sábanas rozando los pies. Me estiro boca arriba en plan sapo. Son momentos mastercard. Intentaré leer. Cojo el libro y lo abro por la página con el canto doblado. Esta noche leo sobre los chicos escoceses de Trainspotting y sus azañas, pichándose jaco y partiéndose la cabeza en los pubs. La violencia de la lectura contrasta con mi placidez, pero hay enfermos que sienten placidez a través de la violencia.
Una nube gris empaña la lectura. Los párpados pesan quintales. A penas tengo fuerzas para dejar el libro en la mesita y apagar la luz.
Sueño con una ex compañera de la facultad. Está más gorda de lo que la recordaba. Hace mucho que no nos vemos. En el escenario onírico, ella tiene un apartamento con un colchón en el suelo. En la realidad debe haberle ido mucho mejor.
Hay un salto en el tiempo. Son las 12.30 y la luz entra por las rejillas de la persiana. El móvil suena persistentemente. El zombie se levanta siguiendo el sonido. Mi madre se disculpa por haber despertado al oso. Me invita a comer pero no iré. Está lloviendo y aún no me he comprado el chubasquero para la moto. Me río entre dientes pensando que el gato ya no estará en mi moto de medio millón. Vuelvo a colocarme boca arriba en la cama. Me estiro, me encojo, coloco la cabeza bajo la almohada. Otro momento mastercard. Pero un gusanillo me empuja a levantarme, recoger cuatro cosas y desgastar el día, relajada. Ya mañana volveré a ganarme el pan y las fresas.
FRESAS - Tinta China sobre papel de Pilar Hinojosa

8 comentarios:

amelche dijo...

¡Ja,ja! Los gatos tienen un morro que se lo pisan, anda que no son cómodos...

Pam dijo...

Y que lo digas! Esta mañana, adivina lo que me he encontrado al ir a coger la moto...Todo el asiento lleno de huellas de un misterioso felino... ¿quién sería? jijijijijiji.
Otro que pasa de pagar hipotecas y va de okupa, joé.

amelche dijo...

El mío no, que está en mi casa y no creo que se haya ido tan lejos a pisarte la moto. :-D ¿Sabes lo que hace? Cuando volví del hospital, como todos se iban a trabajar y yo era la única que se quedaba en casa, venía y se tiraba en mi cama, me despertaba y se colocaba a dormir en una manta que yo tenía doblada a mis pies, para echármela encima en caso de tener frío. Y, si lo ignoraba, se subía por toda la estantería de libros que rodea mi cama, se ponía en mi cabeza a mirarme fijamente y, de repente, yo notaba algo raro, abría los ojos y ahí estaba él, observándome desde arriba, como pensando: "¿Qué le pasa a esta, que normalmente se va y ahora no?" ¡Ja,ja,ja!

aton dijo...

¡moto nueva!, ¿cuál es?

Pam dijo...

AMELCHE: ostras... qué bicho tan listo... pero me sigo quedando con los perros...jajajajaaja.

ATON: Vespa Gran Turismo 125 roja, preciooooosaaaaaaaaaa!!! pronto la cuelgo por aquí!

Enrique Ortiz dijo...

Qué maravillosa historia, Pam, con qué pausa y con qué sencillez nos introduces en tu mundo, cálido y fresa. Abrazos.

MaLena Ezcurra dijo...

Precioso.

Pan y fresas, para esta nueva semana.

Los gatos son relistos y sino que hable mi Felix.

:*

Pam dijo...

Gracias, ENRIQUE. Es truco es la naturalidad y la concisión. Sirve periodísticamente y narrativamente. Muchos besos.

MALE: siempre fresas. Qué bien sientan. Dulces y ácidas a la vez! Ummm. Quieres una?