02 junio 2008

Mi vida reducida a un objeto (1): La pinza para el ombligo_

El recorrido desde el trabajo a casa, cada día, me ayuda a desconectar y a pensar. Mientras abandono Sant Cugat, paso por Cerdanyola o circulo por la Avenida Meridiana, tengo tiempo para darle vueltas a la cabeza.
Esta misma tarde se me ha ocurrido abrir una sección en mi blog, dedicada a objetos cotidianos de mi vida que hablan de mí y de mi paso por el mundo.
He decidido llamar esta sección: “Mi vida reducida a un objeto”. En ella os mostraré objetos personales que cuentan historias y momentos de mi cotidianidad.
Ojalá os animéis vosotros a compartir también conmigo esas cosas aparentemente minúsculas que conforman vuestro día a día.

Inicio este recorrido por la cosificación de mi vida hablando de la pinza para mi ombligo.
Probablemente se trata de uno de los primeros objetos que tomaron contacto con mi cuerpecillo de bebé.
En la fotografía no se aprecia, pero en él aún puede verse marcada una mancha de mercromina. Sujetaba mi ombligo para evitar una cicatriz prominente, sin embargo, durante un tiempo, esta primera marca en mi cuerpo era muy evidente y salía hacia fuera. Con mi crecimiento, el ombligo se redujo.
Mi hermana, acostumbrada a guardar objetos curiosos, aparentemente pequeños y de escaso valor, lo guardó y me lo regaló una vez hube crecido. Desde entonces conservo esta pequeña cosita, guardada en mi joyero. Es uno de los primeros testigos materiales de mi nacimiento, el 23 de febrero de 1980 en la Maternidad del Hospital de la Vall d’Hebrón, en Barcelona. Nací a las 15 horas, más o menos. Y mi madre trabajó hasta el día de antes. La madre coraje.
Aunque el parto fue bien, mi mami estaba muy cansada y dormía. Mi llanto a veces la despertaba de aquel sueño plácido. Era su tercera hija. La inesperada.
Me cuentan que mi tía no pudo esperar al ascensor y subió numerosas plantas a pie para verme.
Mi padre, en lugar de regalarle flores a mi madre, se decantó por un kilo de plátanos. Muy típico de él. Quería que mi madre estuviera bien alimentada tras el parto. Las otras parturientas de la habitación lanzaron carcajadas al aire al verle llegar con tremendo regalo. Y mi madre se quejó del escaso romanticismo de mi padre y su excesivo sentido de la funcionalidad de las cosas.
Por qué no decirlo: me convertí en el juguete de la casa y mis hermanos no podían ser más felices. Era una pequeñina muy peluda que había acaparado todas las atenciones y todo el amor de la familia. Mi padre se confundía al decir mi nombre porque mis hermanos fueron quienes lo escogieron. Él se decantaba más por Diana, o Jordi si hubiera sido niño. Pamela era demasiado moderno.
Crecí feliz, rodeada por unos padres y unos hermanos que no escatimaban en cuidados y que presumían de un bebé mofletudo y sano, listo para enfrentarse al mundo.
Esta pinza quiso reducir al máximo la primera cicatriz que el destino marcaría en mi piel.
Banda Sonora: Meravigliosa creatura - Gianna Nannini

5 comentarios:

amelche dijo...

Pues yo habría preferido los plátanos a las flores. Será que yo también soy práctica, ¡ja,ja!

xnem dijo...

Se aprecia perfectamente agrandando la imagen, aunque creo que no ponen mercromina sino yodo.

Mira mi madre era como tu padre, también tenía la teoría de los “regalos útiles” nada de tonterías, ella siempre regalaba, pañuelos, calzoncillos, calcetines… todo eso que siempre hace mas falta.

Los 23 de febrero siempre pasan cosas rotundas.

Gianna Nannini que buenos recuerdos me traes, porque no suena mas esa mujer.
CADA DÍA UN PLÁTANO POR LO MENOS. Me encantan!
Hay que se me va la pinza!

Reaño dijo...

y una manzana al día no puede ser?
digo yo...

Pam dijo...

El practicismo de mi padre.
X, no sé si fue rotundo. O quizá en mi vida todo es esencialmente así. Lo demás, no tiene importancia...

Bridget dijo...

Mi madre no guarda cosas de mi nacimiento, aunque recuerda con una sonrisa que las enfermeras me paseaban por el hospital enseñandome. Si guardamos mi primer vestidito de invierno, los primeros meses de mi vida hacia demasiado calor para vestirme. Naci el 3 de julio. Bonito recuerdo tu pinza de ombligo. Yo tambien guardaria la de mis hijos.
Saludos