09 septiembre 2008

Debate mileurista_

Hoy en el café de mediodía con los compañeros de trabajo, debate del joven mileurista: Hipoteca o Alquiler.
Y yo, que últimamente veo cómo mi vida me regala cambios inesperados de un día para otro, estoy mutando también mi perspectiva de entender las cosas. Es como si me hubiera subido en una noria y desde el punto más alto observara el mundo con gafas de otro color.
Yo, que soñaba con casas de la calle Campoamor, en Horta, que de peque vivía de la ilusión de tener una piscina propia, que ansiaba escaleras de caracol y patios con césped, que me imaginaba en una tumbona “caipirinha en mano”, que creía en el privilegio de poder tirarme un pedo sin que lo oyera el vecino… ahora, me cago en todo eso y me repito a mí misma como quien memoriza una sentencia inviolable: hipoteca, jamás.
Estos últimos años, el sistema me ha extirpado las legañas que no me dejaban ver con claridad. España ha llegado a la indignidad y a la desvergüenza vapuleando el derecho a la vivienda. Ha pisoteado una justicia social inapelable, la que presume de estar escrita en la Constitución, la que dice que el español tiene derecho a una vivienda digna. La juventud ha visto cómo el Estado escupía en sus caras y les privaba de poder elegir una vida emancipada, en independencia, en intimidad. Jóvenes estudiantes o con carreras finalizadas, sobradamente preparados… para morderse los puños y seguir viviendo con papá y mamá porque así lo deciden los peces gordos que gobiernan nuestro mundo. No contentos con eso, osan dirigir e imponernos también un modus vivendi de esclavitud, en forma de alquiler escandaloso o de hipoteca infrahumana.
Mi prioridad era la tranquilidad de disponer de “algo en propiedad”: la puta frase del proletariado. Ahora la prioridad es poder vivir. Así, simplemente. Poder tomar un cortado sin querer rajarme las venas después, sintiéndome mal por malgastar mi dinero.
Sin embargo, de repente, para mí los viajes a países extranjeros son más importantes que una silla de Vitra. La cena en un restaurante un miércoles cualquiera le gana al parquet, el fin de semana por sorpresa en un Spa vence con creces a la lámpara de Vinçon y mi Dios ya no es Philip Stark, es el cantante que voy a ver en concierto, el actor que veré en el teatro, el creador de Emule y el inventor del AVE.
Ya puedo vivir. Sin losa y con pantalones nuevos si este mes me apetece. Con conjunto de lencería de marca y no de mercadillo porque yo lo valgo esta semana y llevo desde el lunes trabajando como una cabrona. Porque cada viernes, al salir del trabajo, se me ponen los pelos como escarpias de placer por disponer de mi dinero para hacer lo que me salga con él: libros, cenas, comidas, regalos a mis sobrinos, ropa, coche, moto, música… sin derrochar pero también sin malvivir pensando en una escritura que dice que “soy propietaria”. Pero… ¿no lo es acaso el banco?
Podría ser propietaria, sí, a los 80 años, con la baba caída, lista para pegarme las farras de mi vida en el salón “de mi propiedad”, ya sabe usted, drogas, sexo, alcohol, desenfreno… a los 80.
Paso de las vacaciones en Cunit, a las vacaciones en Jamaica (que, por cierto, a ver si voy ya de una puta vez). Pero claro, luego llego a mi casa y resulta que no es mía porque estoy de alquiler. ¿Y de hipoteca? ¿Quiere decir usted que la casa es mía? No, oiga, lo que quiere decir es que pago por ella cada mes más de lo que gano y no tengo ni para comer. No ya para detallitos y caprichillos. No. No tengo ni para agua.
Recientemente, alguien opinaba que el Porsche Cayenne ha sido el símbolo, durante estos últimos años, de la gran burbuja inmobiliaria. Los listos de turno consiguieron llegar a tiempo para sacarle el máximo rendimiento a la especulación. Luego vinieron los desgraciados de clase media queriendo subirse al carro y ahora se ven desquiciados por las letras rojas.
Yo, sin embargo, no tengo problemas porque no tengo nada. Vivo en casa de mi madre y pago religiosamente mi moto, mi móvil, internet y poco más. Dispongo de la única y valiosa intimidad que me permite mi habitación, mi paraíso: mis libros, mi música, mis películas, mi deliciosa cama… Paso los días tranquilos, en ese aspecto, y sé que tengo algo ahorrado por si las moscas. No sé lo que es sufrir a fin de mes. Y cuando me marche de este nido, lo haré para vivir en otro que pagaré a medias con mi futura pajera, pero de alquiler digno. Porque el resto de días del año, yo también aspiro a vivir.

4 comentarios:

amelche dijo...

"Futura pareja", que has escrito "pajera", ¡ja,ja,ja! La verdad es que hoy en día, casi vale más alquilar. Yo me estoy planteando si hace falta tener coche... (Ahora que vivo y trabajo en el mismo sitio, antes sí me hacía falta el coche.)

Realmente, nos engañan para que trabajemos como burros toda la vida, porque ya me contarás si nos hace falta coche, TV, móvil último modelo con cámara y demás pijoterías (total, para llamar, no te hace falta la cámara), etc

xnem dijo...

Hipoteca o alquiler!

No hay color.
Como están los alquileres de abusivos, es mejor una hipoteca, al menos si no puedes pagar siempre te lo puedes vender. Un alquiler es dinero perdido siempre.

Si anda por el cenro de la ciudad a partir del martes 16.

RUNA

http://arqueologiadelpuntdevista.blogspot.com/

Pam dijo...

Ana, ufff, no estaba pensando en eso, en serio! jajajaja
X, no ha habido fotos, nunca me han llegado...jo

amelche dijo...

¿Seguro? ¿No te da morbo la hipoteca? ¡Ja,ja,ja! La verdad es que es lo más antierótico del mundo.