
Después de mucho cavilar, de darle vueltas a mi sesera, he llegado a la conclusión definitiva: Soy un ser discriminado, apartado de la sociedad, marginado...
Tras aceptar este trauma en que se ha convertido mi existencia, paso a detallar mis disculpas a la Santísima, Católica y Apostólica Sociedad de Consumo que rige nuestros días (sin éxito en mi caso).
Perdón por no disponer de un Golf. Perdón por ni tan siquiera tener coche. Muy negras me las veo y mes las deseo para mantener el seguro de mi ciclomotor!
Perdón por no tener piso. Hará mucho frío bajo el puente, pero ya tengo localizado uno cerca de mi casa en el que podré colgar mi título de la Universidad, mis estudios primarios y todos los esfuerzos por labrarme una vida digna. Pondré un retrato ficticio de afiliada al PSOE (afortunadamente nunca me afilié). Vale, lo reconozco, soy incapaz, es más, me niego a pagar 40 millones por 40 m2.
Perdón por no ser "cool", ni estar "in" ni vestir "fashion". Me gusta más hablar en castellano, elegir ropa cómoda y de vez en cuando, desviarme de la manada.
Perdón por no ir al Gimnasio. Me aburre, ¿vale? Aunque no descarto acercarme de vez en cuando a reirme de los tipejos esos que se miran al espejo mientras hacen pesas...
Perdón por no tener un ordenador portátil. Desde casa, con mi cigarrito, mi musiquita y la calefacción escribo más a gusto que desde un bar en el cual, por otro lado, me arriesgo a que me lo roben.
Lo reconozco. No tengo un Ipod. Resulta que voy en moto a todas partes y no tengo tiempo para escuchar música por la calle. No me da la gana de gastarme treinta mil pelas en un aparatejo que suena peor que mi reproductor del ordenador, por muy bonito que sea. Cuando quiero irme "con la música a otra parte" suelo coger un libro.
Perdón por no ir al cine cada vez que me apetece (que es muy a menudo). Prefiero descargarme películas como una burda pirata porque no me da la gana de gastarme más de mil pelas en ver una peli.
Lo siento. Tampoco me puedo permitir ir al teatro, día sí y día también,aunque me apasiona. Me contento con acceder a la culturra teatral una vez cada ciertos meses. En este país, sin dinero no hay acceso a la educación y al ocio culto.
Perdón. No voy a los museos cada semana. Me cobran entrada por acceder a un bien universal, de nuevo, a la cultura.
Esto me mata. Me duele en el alma, sí. No me dejan ir a conciertos. Sociedad, te has empeñado en que pueda acudir a un par como mucho al año. No puedo abonar más de 20 € cada vez que mis grupos favoritos pisan el país.
No viajo al extranjero cada año. Perdón. Sociedad, en tu terquedad, me encierras en mi ciudad porque al salir de mi país, resulta que todo es AUN MÁS CARO que aquí.
No llevo bragas de marca. Con lo que a mí me gusta Calvin Klein. Y resulta que por un tanga me piden 20€. Viva el mercadillo del barrio!
Lo siento, por no pagar 5 céntimos por la mísera bolsa de plástico del pan. Me llevo una bolsa muy mona que tiene mi madre, de tela, que hace el apaño mucho mejor.
Perdón. No tengo tarjeta de Cliente Carrefour. Pero eso sí, me trago las colas como nadie y pago tres veces más que en otros súpers.
No soy una clubber. No conozco todos los clubes más distinguidos de Barcelona. Y no estoy en las listas de las fiestas.
Robo los jabones y las sales de baño de los hoteles abusivos a los que voy cuando quiero pegar un polvo en otro ambiente.
Fumo. Sí señora. Y me revienta no poder hacerlo ni siquiera en el bar de la esquina, donde, por cierto, tienen máquina dispensadora de tabaco. Me niego a entrar en restaurantes donde no se puede fumar. Me niego a dejar de fumar porque lo quiera el gobierno. Pero, eso sí, me gasto una pasta en tabaco y contribuyo a engordar las arcas del estado con los impuestos derivados del tabaco. Así que estoy perdonada, no?
No tengo televisión de plasma y el monitor de mi ordenador tiene panza trasera. De momento, no me he quedado ciega.
No uso cremas ni maquillaje. Que las viejas de Sarriá y Pedralbes contribuyan con sus caras arrugas a este menester. Que a mí aún no me ha llegado la hora.
Como patatas fritas y huevos fritos. No quepo en muchas tallas de maniquíes. Eso sí, mis mofletes y mis caderas muestran a una mujer mucho más saludable y feliz que las anoréxicas de Pasarela Cibeles.
No me he hecho una liposucción ni me he puesto tetas. Con mi celulitis y mi talla 85 sigo mirándome al espejo satisfecha de mí misma.
Perdón. No como cereales adelgazantes que saben a paja seca. Me apasionan las madalenas bañadas en leche.
Perdón. No tengo segunda residencia porque bastante me duele la cabeza con pensar en conseguir la primera. Pero tengo tantos libros que no me caben en las entanterías...
Perdón, perdón, perdón mil veces, por no querer que me controlen, me anulen, me roben mi personalidad (que es gratis tenerla, cada uno la suya), me infravaloren, me juzguen por lo que tengo, cómo visto, dónde voy...
Perdón por no dar las gracias por mi trabajo mal remunerado o mi contrato basura.
Perdón por no ir a misa como una vomitiva beata, ni bendecir la mesa ni dar gracias a Dios por los alimentos que voy a consumir, mezcla de transgénicos, manipulaciones genéticas...
Perdón por no querer introducirme en esta espiral diabólica de consumo, que me exige que consuma para consumirme a mí a su vez.
(uff, qué descanso)
2 comentarios:
¡QUE PENA! desde Barcelona no escuchas los aplausos que te dedico.
Pero te estoy aplaudiendo con todas las fuerzas que tienen mis manos.
Te estoy aplaudiendo con las manos y el corazón.
Soy de las tuyas, voy a contramano de lo que me imponen. Ni maquillaje, ni tacones, ni portátiles, ni marcas, ni cremas.
Siempre me sentí orgullosa de ser de esa manera, pero lo que me ha costado... Las facturas que me pasó la sociedad, no tuvo nombre. Ahora me río.
No des brazo a torcer, porque no hay mejor cosa que ser una misma, en lugar del clon en que quieren convertirnos.
Un beso
Tú también te has quedado a gusto, como yo en lo de "JASP", ¡ja,ja! Estoy con lo que te ha dicho UMMA.
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