Un Mundo Feliz

Aldous Huxley se convirtió en uno de mis descubridores particulares del mundo, del "Mundo Feliz". No de aquel que vemos en escaparates en las grandes ciudades, prometidos tras previo pago y viaje a Marina d'Or.

Prometía felicidad con un gramo de Soma, la droga que ingerían en su mundo vaticinado. Una sociedad lanzada al consumo y la comodidad. La droga con todas las ventajas del cristianismo y el alcohol y ninguno de sus inconvenientes; un sólo centímetro cúbico cura diez sentimientos melancólicos.El prozac de su mundo. Cero sentimientos. Sexo puramente placentero (y la Iglesia hipnótica e hipócrita se lanza a la desesperación).

Debe resultar anestésico. Pero no puedo prescindir de las sensaciones que me proporciona un beso de cariño, un abrazo sincero y tierno. Tampoco del sufrimiento didáctico en el trabajo. Me siento educada en la sociedad de las colas para el pan y el anónimo rostro solitario sentado en el metro, sentado frente a mí pero tan lejano en el fondo. Un nombre en una lista. Un número de DNI, un pasaporte a las Bahamas. Una foto de carnet amarillenta. Los niños corriendo en el parque, utilizando su idioma universal de las sonrisas y los porqués (gracias Amelche).

¡Viva el sistema en el que nos encontramos, el de la vulneración de la igualdad y la equidad! Honores al capitalismo maravilloso de hipotecas y embargos, de cuentas corrientes y préstamos. Honor a esa masa enfurecida que ha convertido a las personas en individuos. Una firma en un papel.

Cultura maravillosa de la copia eterna, el cuerpo de la anorexia y las cremas antiarrugas, el coche de moda y el apartamento en Benidorm. La caspa de Marbella y los esbirros de la mafia.
Consumir hasta morir. Morir consumiendo en la parafernalia del entierro y la misa. Saborear hasta el final un Big Mac en el lecho de muerte. Sorbo de CocaCola y p'al otro mundo contento. ¿Siguiente?

Somos iguales. Nunca nos gustó la diferencia. Nos enfurece el tipo de piel morena, barba y turbante del locutorio de la esquina. Nos da asco. No entendemos su idioma, cada vez que habla parece que nos critica o planea porner una bomba.

Cada noche, cerramos las puertas a cal y canto para poder saborear sin miedo el regusto dulzón del programa de prime time donde critican a los artistas. Es apasionante lanzarse a descubrir la vida de los famosos cuando la nuestra resulta la repetición anodina de un esquema eterno, pesado, aburrido. O disfrutar de las noticias en las que el negro y el moro son los malos de la película indefetiblemente. Supiramos y pensamos en lo felices que somos con la pantalla de plasma. Somos maravillosamente vulgares, incultos y ordinarios. Pero amamos esa ordinariez leyendo el Pronto y consumiendo el Salsa Rosa. ¡Eso nos evita pensar! ¡Pensar cansa tanto! Tras la jornada laboral la única idea que nos persigue es la de descansar y volver a empezar. Consumir el fútbol o los toros a modo de opiáceo. Abandonar las conversaciones subiendo el volumen de la tele. ¡Que lejos que queda Irak! Quién sabe lo que habrán hecho ésos que mueren cada día ejecutados en EEUU... Siempre nos queda la Coke y la peli Hollywodiense, que siempre promete un final feliz... Banda Sonora del Post: 100.000 metrópolis - DORIAN Fotografías by Pam - BARCELONA